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Negocios verdes: monetizar la regeneración del capital natural

Costa Rica genera una inmensa simpatía global. Como país hemos sido ineficaces capitalizándola. Una de las razones principales para tener esa imagen-país a nivel mundial es el compromiso intergeneracional que, por décadas, los liderazgos públicos y privados de este país han tenido con el medio ambiente. Logros históricos que otros países están muy lejos de alcanzar incluyen los avances en electrificación de fuente renovable, la conservación de ecosistemas y el inventario de biodiversidad y el éxito en reforestación de los últimos 40 años, sin comparación en el mundo.

Es claro que hay asuntos pendientes con significativo rezago en su desarrollo para la sostenibilidad. El alto consumo de combustibles fósiles en la matriz de transporte, la alta utilización de agroquímicos en la producción de alimentos, la contaminación de cuencas hidrográficas y marinas y la gestión integral de residuos, entre otros, aún requieren decisión, priorización e inversión para convertirlos en logros importantes. Más que logros, cada uno de estos asuntos pendientes es una nueva industria altamente rentable que podría desarrollarse, dentro de la cual florecerían múltiples negocios sostenibles o regenerativos.

El abordaje de estos desafíos invita a pensar en diferentes constreñimientos que pueden utilizarse para la innovación de nuevos negocios verdes en nuevas industrias. Uno de ellos es la idea de buscar soluciones socioeconómicas basadas en la naturaleza. Se ha globalizado en pocos años la tendencia hacia el desarrollo regenerativo de la riqueza natural de un país. A nivel geopolítico, Costa Rica y Francia lideran una coalición de alta ambición (en inglés, conocida por sus siglas HAC) que pretende aumentar de manera significativa la conservación de ecosistemas terrestres y marinos. Cómo hacerlo de manera rentable y de impacto socioambiental que incluya a las comunidades locales y a otras formas de vida que comparten un ecosistema son retos que Costa Rica ha sabido aprovechar.

Otro límite desde el que puede trabajarse en el fomento de nuevos emprendimientos productivos tiene que ver con formas modernas, alternativas, eficientes de producción de alimentos saludables. Países como Holanda, Israel y Singapur han innovado la forma de producir con alta eficiencia, utilizando menos recursos naturales y produciendo alimentos más aptos para el consumo humano. Liberar tierras para reforestación, sistemas de riego por precisión, biotecnología para el diseño de semillas y el control biológico de plagas, y encadenamientos productivos son diversos temas que ofrecen potencial para el desarrollo de nuevos negocios.

Luego está el mecanismo de pago por servicios ambientales (PSA) en una versión renovada que incorpore tecnologías digitales. La cantidad y variedad de proyectos de créditos digitales utilizando certificados digitales con la tecnología del blockchain ofrece versatilidad para la medición y secuestro de carbono en pie, debajo del suelo y en actividades de producción de alimentos, plantas medicinales o materiales de construcción, entre otros. Así, podemos contabilizar y monetizar todo el carbono que sea secuestrado de forma permanente como actividad de acción climática.

Respecto a la pesca, somos un país privilegiado en recursos marinos, con una cobertura de ecosistemas diez veces mayor en mares que en tierra. Aún no hemos logrado explotar los ricos recursos pesqueros de forma sostenible y que impacte a las comunidades vulnerables que habitan en ambas costas del país. Países con menos recursos pesqueros y con condiciones ambientales adversas han logrado desarrollar industrias pesqueras exitosas en lo económico y también con alta conciencia ecológica, garantizando que siempre haya recursos pesqueros para consumo humano y declarando vedas para que las poblaciones pesqueras se reproduzcan. Tal es el caso de Noruega e Islandia, por citar dos casos de éxito. Hoy en día se podrían desarrollar nuevos negocios que tengan que ver con tecnologías de navegación y monitoreo de cardúmenes, cabotaje para construcción y reparación de embarcaciones modernas y eficientes, capacitación de navegantes y asistentes marítimos y encadenamientos productivos para consumo local y comercialización internacional.

El sustrato para la estructuración de negocios verdes tiene que ver, en definitiva, con la educación eco-formativa que reciba la población. Esa bioalfabetización podría introducirse de manera más intencional y activa, por ejemplo, en los colegios técnicos profesionales (CTP), de los cuales sus alumnos se gradúan poseyendo destrezas técnicas importantes para el desempeño de diversos oficios. También podría pensarse para los programas del Instituto Nacional de Aprendizaje (INA), que le permitiría a sus alumnos formarse en un sistema de educación dual, con teoría y práctica, siempre con una mentalidad orientada hacia la naturaleza. Por supuesto, el ideal sería que los 900.000 estudiantes de escuelas y colegios públicos también cultivaran desde temprano su bioalfabetización. Eso los haría más proclives, en el futuro, a emprender y estructurar negocios verdes. Es lo que el planeta necesita, lo que Costa Rica puede hacer bien, donde existen grandes oportunidades y donde se puede generar abundante nuevo valor monetizable.

 

Álvaro Cedeño Molinari

Partner – TACTIC Estudio Legal

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